Las neuronas que impulsan el comportamiento agresivo influyen también en las relaciones sexuales.
La misma mecha enciende una agresión y una ardiente actividad sexual.
A tal grado de agresividad, tal grado de violencia sexual. A tal grado de falta de delicadeza en el acto amoroso, tal falta de gentiliza es igual en la relación de pareja.
A grandes momentos de pasión salvaje, le preceden grandes momentos de malestares, de sin sabores y de dolores. Miremos el estudio:
La misma mecha que enciende una agresión puede desencadenar
también una ardiente actividad sexual. Científicos de varios centros
estadounidenses han identificado el nexo entre el sexo y la violencia, la explicación biológica de por qué comportamientos sociales en teoría tan opuestos son, en realidad, tan cercanos. La clave la tiene una red neuronal que se localiza en una zona del hipotálamo.En experimentos con ratones, han comprobado que las neuronas se activan durante un ataque agresivo y se inhiben durante el apareamiento.
Aunque el estudio solo se ha hecho con estos animales de laboratorio,
los investigadores sugieren que su hallazgo ayudará a explicar la
relación entre sexo y violencia, tan presente en el comportamiento humano.
¿Podrían manipularse estas neuronas para reducir el comportamiento agresivo? Para responder a esta cuestión el grupo de Lin actuó de forma experimental sobre el hipotálamo de los ratones y obtuvo resultados temporales. Durante una semana el 25% de los animales que había intentado atacar a otros machos redujo su agresividad. Lo que abre una puerta a utilizar la información de este experimento para cambiar el comportamiento humano. Casi como se narraba en la «Naranja Mecánica», la película de Kubrick en la que un psicópata delincuente que combina su violencia con la violación de mujeres es sometido a una terapia de aversión para eliminar cualquier signo de violencia. El estudio de «Nature», quizá sea solo el primer paso.
Ese vínculo tan cercano, descrito con profusión en la
literatura, la música y el cine, se ha establecido con la ayuda de una
tecnología que combina la óptica y la genética, según se detalla en la
revista «Nature».
David J. Anderson y Lin Dayu del Instituto de Tecnología de
California primero expusieron a un ratón macho con otro del mismo sexo
en una situación que podía desencadenar un comportamiento agresivo y después a uno de esos machos con una hembra en un encuentro sexual.
Las neuronas del núcleo ventromedial del hipotálamo (NVM) se activaron
en los encuentros con ambos sexos. El 40% de las neuronas NVM se
activaron en el encuentro entre machos, pero solo la mitad de ellas
permanecieron activas durante el ataque. Por el contrario,
aproximadamente un tercio de las células estaban excitadas cuando hubo
presencia femenina. Ese nivel se redujo en dos tercios cuando comenzó el
apareamiento. La activación simultánea de algunas neuronas durante las
primeras fases de los encuentros –agresión y relación sexual- indican
que «ambos comportamientos están profundamente enraizados en la arquitectura básica del cerebro», explica en una editorial que acompaña el estudio, el neurólogo Clifford Saper de la Escuela de Medicina de Harvard.
¿Podrían manipularse estas neuronas para reducir el comportamiento agresivo? Para responder a esta cuestión el grupo de Lin actuó de forma experimental sobre el hipotálamo de los ratones y obtuvo resultados temporales. Durante una semana el 25% de los animales que había intentado atacar a otros machos redujo su agresividad. Lo que abre una puerta a utilizar la información de este experimento para cambiar el comportamiento humano. Casi como se narraba en la «Naranja Mecánica», la película de Kubrick en la que un psicópata delincuente que combina su violencia con la violación de mujeres es sometido a una terapia de aversión para eliminar cualquier signo de violencia. El estudio de «Nature», quizá sea solo el primer paso.