Después de haber estudiado y memorizado los 78 arcanos del Tarot de Marsella, firmé un contrato conmigo mismo:
«Una
vez por semana, en cualquier café popular, leeré el Tarot
gratuitamente. Esto lo haré hasta el fin de mi vida». Llevo 30 años
cumpliendo esta promesa. Convertí la lectura de las cartas en una forma
de psicoanálisis sintético al que llamé «Tarología». La finalidad
esencial de la Tarología no es adivinar el futuro sino, guiado por los
Arcanos, interrogar al consultante sobre su pasado para ayudarlo a
solucionar problemas presentes.
Llegan
al café donde leo personas de todas las edades, nacionalidades, niveles
económicos y niveles de conciencia. No falta quien me pide un consejo
(en el fondo un permiso para realizar lo que no se atreve) o una
predicción (en lo posible positiva). Me veo obligado entonces a
encuadrar su pregunta.
–¿Voy a encontrar un hombre?
–No te puedo decir si vas a encontrar un hombre, pero te puedo decir por qué no lo encuentras.
–No te puedo decir si vas a encontrar un hombre, pero te puedo decir por qué no lo encuentras.
–¿Debo abandonar a mi mujer y a mis hijos por una amante?
–No te puedo decir si debes o no debes hacer tal cosa, pero te puedo decir cuáles son las razones que tienes para seguir viviendo con tu familia y cuáles son las razones que tienes para irte con la otra. Tú, sopesando las ventajas e inconvenientes de ambas actitudes, debes elegir la que más te convenga.
AUDIO EN YOUTUBE: CONSEJOS DE PSICOMAGIA. ALEJANDRO JODOROWSKY. PSICOMAGIA
Toda predicción y todo consejo son intentos de tomas de poder, tendientes a convertir al consultante en súbdito del «mago».
El/la
consultante, al dejar de considerar su inconsciente como un enemigo y
perder el miedo a verse a sí mismo, puede descubrir los traumas que le
provocan sufrimiento. Cuando esto sucede, suele pedir que le den una
solución.
«Bueno, por fin ya sé que estoy enamorado de mi mamá, lo cual me impide formar una pareja estable, ¿ahora qué hago?»
«Me
atormentan deseos de hacer felaciones (sexo oral) a hombres de edad
porque, cuando era pequeña, mi abuelo me introdujo su miembro en la
boca.
¿Cómo librarme de esto?»
Constatando
que sublimar el impulso indeseable ya sea por una actividad artística o
por acciones de servicio social no eliminaba los deseos reprimidos,
inventé la Psicomagia.
El psicoanálisis es una técnica que cura a través de la palabra.
El
consultante, a quien se llama «paciente», reposa en una silla o un sofá
sin que en ningún momento el psicoanalista se permita tocarlo.
Para
liberar al paciente de sus dolorosos síntomas sólo se le pide que
rememore sus sueños, tome nota de sus lapsus y accidentes, desligue su
lengua de la voluntad y diga sin freno lo que le venga a la mente.
Después de largo tiempo de confusos monólogos, a veces logra revivir un
recuerdo que estaba hundido en las profundidades de su memoria. «Me
cambiaron la cuidadora», «Mi hermanito destruyó mis muñecas», «Me
obligaron a vivir con mis hediondos abuelos», «Sorprendí a mi padre
haciendo el amor con un hombre», etcétera.
El
psicoanalista –que avanza convirtiendo los mensajes que envía el
inconsciente en un discurso racional – cree que, una vez que el paciente
descubre la causa de sus síntomas, éstos cesan... ¡Pero no sucede así!
Cuando
emerge un impulso del inconsciente, sólo nos podemos liberar de él
realizándolo. Para lo cual la psicomagia propone actuar, no sólo hablar.
El consultante, siguiendo un camino inverso al del psicoanálisis, en
lugar de enseñar al inconsciente a hablar el lenguaje racional enseña a
la razón a manejar el lenguaje del inconsciente, compuesto no sólo de
palabras sino también de actos, imágenes, sonidos, olores, sabores o
sensaciones táctiles. El inconsciente acepta la realización simbólica,
metafórica. Para él una fotografía no representa sino que es la persona
retratada, considera a una parte como el todo (los brujos realizan sus
hechizos sobre cabellos, uñas o trozos de ropa de sus posibles
víctimas); proyecta las personas que pueblan su memoria sobre seres
reales o cosas.
Los
creadores del psicodrama se dieron cuenta de que una persona que acepta
interpretar el papel de un familiar provoca en el paciente reacciones
profundas, como si éste estuviera delante del personaje real.
Golpear en un cojín produce el alivio de la cólera contra un abusador...
Para
lograr un buen resultado, la persona que realiza el acto debe
liberarse, en cierta forma, de la moral impuesta por su familia, la
sociedad y la cultura.
Si
hace esto podrá, sin temor a un castigo, aceptar sus impulsos internos,
siempre amorales. Por ejemplo, si alguien que quiere eliminar a su
hermana menor (porque atrajo la atención de la madre) pega una
fotografía de la pequeña en un melón y revienta el fruto a martillazos,
su inconsciente da por realizado el crimen. El consultante se siente así
liberado.
Se
entiende en psicomagia que las personas que pueblan el mundo interior
–la memoria – no son las mismas que pueblan el mundo exterior.
La
magia tradicional y la brujería trabajan con el mundo exterior creyendo
poder adquirir poderes sobrenaturales por medio de rituales
supersticiosos, para influir sobre las cosas, acontecimientos y seres.
La psicomagia trabaja con la memoria: en el caso citado anteriormente no
se trata de eliminar a la hermana de carne y hueso, ya convertida en
adulta, sino de provocar un cambio en la memoria, tanto de la imagen del
ser odiado, cuando era niña, como la sensación de impotencia y rabia
acumulada del muchacho que la odia.
Para cambiar al mundo es necesario comenzar por cambiarse uno a sí mismo.
Las
imágenes que conservamos en la memoria van acompañadas de una
percepción de nosotros en el momento en que tuvimos esas experiencias.
Cuando recordamos a los padres tal como se comportaron en nuestra
infancia, lo hacemos desde un punto de vista infantil. Vivimos
acompañados o dominados por un grupo de egos de diferentes edades. Todos
ellos manifestaciones del pasado. La finalidad de la psicomagia,
convirtiendo al consultante en su propio curandero, es lograr que se
sitúe en su ego adulto, ego que no puede ocupar otro sitio que el
presente.
Comencé a proponer actos de psicomagia a mis consultantes de Tarot.
Fueron
creados «a la medida», correspondiendo al carácter e historia de la
persona. Algunas de estas experiencias las conté en mis libros
Psicomagia y La danza de la realidad.
Tuvieron una extensa repercusión. Las solicitudes de ayuda aumentaron de tal forma que fui incapaz de responder a todas.
Pero
a las personas que tuve tiempo de aconsejarles actos, les solicité que
después de realizarlos me enviaran una carta describiéndome los
resultados. Basándome en los actos que habían tenido un efecto sanador,
comencé entonces a crear consejos de psicomagia con posibilidad de ser
empleados por una gran cantidad de personas. Este libro de recetas es el
producto de tan larga experimentación.
Para
un buen resultado es necesario que la persona que quiera practicar la
psicomagia tenga hacia sí misma una actitud comprensiva.
Los
niños, en su afán de ser queridos por sus padres, temen ser juzgados
culpables de alguna falta. Para un pequeño, que depende vitalmente de
sus mayores, es terrorífico despertar su enojo y ser castigado. Por lo
cual aprende a negar aquello que Freud llamó «perversidad polimorfa»:
deseos sexuales infantiles hacia cualquier objeto, libremente, antes de
que haya actuado la represión. Esta amoralidad primera, innata, tiene
que ser aceptada cuando se trabaja para eliminar los efectos de un
trauma.
El
experimentador debe aceptar sus deseos, sean incestuosos, narcisistas,
bisexuales, sadomasoquistas, coprófagos o caníbales. Luego, realizarlos
de forma metafórica. Debajo de cada enfermedad está la prohibición de
hacer algo que deseamos o la orden de hacer algo que no deseamos.
Toda
curación exige la desobediencia a esta prohibición o a esta orden. Y
para desobedecer es necesario perder el miedo infantil a dejar de ser
amado; es decir, abandonado. Este miedo provoca una falta de conciencia:
el afectado no se da cuenta de lo que verdaderamente es, tratando de
ser lo que los otros esperan que él sea. Si persiste en esa actitud,
transforma su belleza íntima en enfermedad. La salud sólo se encuentra
en lo auténtico, no hay belleza sin autenticidad. Para llegar a lo que
somos, debemos eliminar lo que no somos. Ser lo que se es, es la
felicidad más grande.
Un acto psicomágico es más efectivo si el consultante cumple los siguientes requisitos:
1. Debe realizar metafóricamente las predicciones.
Acompañando
a sus órdenes o prohibiciones, los padres graban palabras en la memoria
de sus hijos que actúan más tarde como predicciones; el cerebro tiene
tendencia a realizarlas.
Por
ejemplo: «Si te acaricias el sexo, cuando seas mayor serás una
prostituta», «Si no practicas el mismo oficio que tu padre y tu abuelo,
morirás de hambre», «Si no eres obediente, cuando seas grande te meterán
en la cárcel»... Estas predicciones, al llegar a la edad adulta, se
convierten en una amenaza angustiosa.
La
mejor manera de liberarse de ellas, como el lector verá al leer las
recetas, es realizarlas en forma metafórica. Es decir, en lugar de
rehuir la amenaza, entregarse a ella.
2. Debe hacer algo que nunca ha hecho.
La
familia, en complicidad con la sociedad y la cultura, nos crea
innumerables hábitos: comemos un mismo tipo de alimentos, tenemos un
número limitado de preceptos, ideas, sentimientos, gestos y acciones.
Nos rodean las mismas cosas. Para sanar hay que cambiar de punto de vista acerca de uno mismo.
El
Yo que padece la enfermedad tiene menos edad que nosotros: es una
construcción mental presa en el pasado. Al liberarnos del círculo
vicioso de nuestros hábitos, descubrimos una personalidad más auténtica
y, por lo mismo, sana.
Carlos
Castañeda hizo que un gran director de empresas, discípulo suyo, se
vistiera pobremente y vendiera periódicos en las calles de su ciudad. El
ocultista G. I. Gurdjieff exigió a un alumno, fumador empedernido, que
dejara el tabaco. Hasta que así no lo hiciera, le prohibió venir a
verlo. El alumno luchó durante cuatro años contra su hábito, cuando
logró vencerlo, muy orgulloso de su hazaña, se presentó frente al
Maestro. «¡Ya dejé de fumar!», Gurdjieff le respondió: «¡Ahora fuma!».
La
antigua magia negra empleaba amuletos confeccionados con productos
repugnantes (materias fecales, miembros de cadáveres humanos, venenos de
animales), considerando todo ingrediente impuro - es decir, inusitado -
de una segura eficacia. Por esto, los consejos de psicomagia incluyen a
veces materias que son consideradas sucias o promiscuas por la mayoría.
3. Debe comprender que cuanto más difícil le sea realizar el acto, más beneficios obtendrá de él.
Para sanar o solucionar un problema se necesita una férrea voluntad.
No
poder hacer lo que deseamos ni poder no hacer lo que no deseamos, nos
provoca una falta de autoestima profunda, causa de depresiones y
enfermedades graves. El luchar incansablemente por lograr una meta que
parece imposible desarrolla nuestra energía vital. Esto lo comprendieron
muy bien los hechiceros medievales, creando recetarios que proponían
actos imposibles de realizar, como por ejemplo un método para hacerse
invisible.
«Ponga
a hervir un caldero de agua bendita con leña de vides blancas. Sumerja
dentro un gato negro vivo, dejándolo cocer hasta que los huesos se
aparten de la carne. Extraiga esos huesos con una estola de obispo y
colóquese delante de una lámina de plata bruñida. Métase hueso tras
hueso del gato escaldado en la boca, hasta que su imagen desaparezca del
espejo de plata.» O bien un filtro para seducir a un hombre: «En un
vaso modelado a mano con el barro que ha excavado el hocico de un
jabalí, mezcle sangre de perro con sangre de gato más su sangre
menstrual, agregue una perla molida y déle de beber a su amado diez
gotas de este brebaje disueltas en una copa de vino».
En
el primer consejo, podríamos pensar que quizás no se habla de
invisibilidad material, sino que quien debe hacerse transparente es el
yo individual del aspirante a brujo. Después de tanto empeño en realizar
algo tan cruel y difícil, se esfuma la personalidad individual y
aparece el ser esencial, que es por esencia impersonal. En el segundo
consejo cabe imaginar que si la bruja, por amor a un hombre, logra
encontrar barro removido por un jabalí, asesinar a un perro, a un gato, y
sacrificar dinero haciendo polvo una perla, despierta en ella tal
seguridad en sí misma que se hace capaz de seducir a un ciego sordomudo.
Ciertas
curaciones en lugares lejanos declarados milagrosos son en gran parte
debidas al largo y costoso viaje que debe hacer el enfermo para llegar a
ellos.
4. Debe siempre terminar el acto en una forma positiva.
Agregar mal al mal no cambia nada.
En
las prácticas del régimen kosher hebreo, cuando los instrumentos que
están en contacto con productos lácteos entran en contacto con la carne
de un animal, haciéndose impuros, se cava un hoyo en la tierra y se los
entierra cierto número de días; al cabo de ese tiempo son extraídos: la
tierra los ha purificado...
Inspirado
en esto, muchas veces he recomendado enterrar objetos, ropa,
fotografías, que han servido para liberar viejos sufrimientos, pero
siempre he pedido que en el sitio donde se han depositado las cosas
«impuras» se plante un arbolito o una mata floral.
Si
recomiendo a un consultante dejar salir su rabia tantos años acumulada
contra alguien despedazando su fotografía, o pateando una tumba, o por
medio de una confrontación escrita, etc., recomiendo que unte la
fotografía con mermelada de rosas, escriba en la tumba con miel la
palabra amor, le envíe a la persona a quien le pide la reparación un
ramo de flores, o una caja de bombones, o una botella de licor. El acto
psicomágico debe ser transformador: el sufrimiento dando origen a un
final amable.
El odio es un amor que no ha logrado ser correspondido.
Al
leer estos consejos el consultante puede pensar que es imposible
realizarlos porque habrá testigos molestos o circunstancias negativas.
He
constatado que, cuando se comienza un acto psicomágico, se produce una
misteriosa relación entre el intento individual y el mundo exterior.
El
lugar que se temía iba a estar invadido de curiosos de pronto, en el
momento de la acción, se encuentra solitario. Lo que parecía imposible
de encontrar, nos lo ofrece un vecino, etc. Un profesor de colegio,
quejándose de un desequilibrio nervioso, me pidió un acto psicomágico.
Le
recomendé aprender con un artista de circo a equilibrarse en un cable
de acero. Me contestó que eso no era posible porque su escuela y su casa
estaban en una aldea del sur de Francia, donde iba a serle imposible
encontrar un artista de circo. Le pedí que dejara de pensar en el acto
como algo imposible y que confiadamente dejase que la realidad viniera
en su ayuda. Pocos días después descubrió que un alumno suyo era hijo de
un artista de circo, equilibrista retirado.
Encontró su profesor a un par de kilómetros de distancia.
En
estas recetas, alguna vez aconsejaré al consultante cambiarse de
nombre. Este primer «regalo» otorgado al recién nacido lo individualiza
en el seno de la familia. La psique infantil, tal como haría un animal
doméstico, se identifica a ese sonido con el que constantemente atraen
su atención. Termina incorporándolo a su existencia como si fuera un
órgano o una víscera más. En la mayoría de los casos, en los nombres se
desliza el deseo familiar de que los antepasados renazcan: el
inconsciente puede disfrazar esta presencia de los muertos no sólo
repitiendo el nombre entero (en muchas familias el primogénito recibe el
mismo nombre que su padre, su abuelo, su bisabuelo; si es mujer puede
recibir un nombre masculinizado que pasa por ejemplo de Francisco a
Francisca, de Marcelo a Marcela, de Bernardo a Bernarda, etc.). Este
nombre, si viene cargado de una historia, a veces secreta (suicidio,
enfermedad venérea, pena de cárcel, prostitución, incesto o vicio,
quizás de un abuelo, una tía, un primo), se hace vehículo de
sufrimientos o de conductas que poco a poco invaden la vida de quien lo
ha recibido.
Hay
nombres que aligeran y nombres que pesan. Los primeros actúan como
talismanes benéficos. Los segundos, son detestados. Si una hija recibe
de su padre el nombre de una antigua amante, queda convertida en su
novia para toda la vida. Si una madre que no ha resuelto el nudo
incestuoso con su padre da al niño el nombre de aquel abuelo, el hijo,
preso en la trampa edípica, se verá impulsado a imitar al antepasado
admirándolo y al mismo tiempo detestándolo, por ser un rival invencible.
Aquellas
personas que reciben nombres que son conceptos sagrados (Santa, Pura,
Encarnación, etc.) pueden sentirlos como órdenes, padeciendo conflictos
sexuales. Aquellos bautizados como ángeles (Angélica, Rafael, Gabriel,
Celeste, etc.) pueden sentirse no encarnados.
Los
Pascual, Jesús, Enmanuel, Cristián o Cristóbal es muy posible que
padezcan delirios de perfección y a los 33 años tengan angustias de
muerte, accidentes, ruinas económicas o enfermedades graves.
A veces los nombres dados son producto del deseo inconsciente de solucionar situaciones dolorosas.
Por
ejemplo, si un hombre cuando era niño fue separado de su madre, llamará
a su hijo Juan-María, realizando en ese doble nombre su deseo de unirse
con ella. Si un pequeño muere, al que le sigue lo pueden llamar René
(del latín renatus, lo que significa «renacido»). Si un antepasado fue
detenido, para vergüenza de su familia, por haber cometido una estafa o
un robo, a un descendiente directo se le puede bautizar como Inocencio.
Si una mujer con fijación incestuosa se casa con un hombre que tiene el
mismo nombre que su padre, puede engendrar hijos que padezcan una
confusión generacional:
inconscientemente,
al vivirse como hijos de su abuelo, considerarán a su madre como una
hermana, lo que les provocará inmadurez. Si después de una niña nace un
niño al que se le bautiza con el nombre de ella masculinizado (Antonia
seguida de Antonio, Francisca seguida de Francisco, etc.), puede
denunciar que el nacimiento de la nena fue una decepción y la joven,
considerándose el esquema de un futuro hombre, puede vivir sumida en un
doloroso desprecio a sí misma, sintiéndose incompleta.
Un
nombre tomado de estrellas del cine o de la televisión, o de escritores
famosos, impone una meta que exige la celebridad, lo que puede ser
angustioso si no se tiene talento artístico. Si los padres transforman
el nombre de sus hijos en diminutivos (Lolo, Pepe, Rosi, Panchita),
pueden fijarlos para siempre en la infancia. El inconsciente, por su
naturaleza colectiva, esconde significados en los nombres que el
individuo, sin conocerlos conscientemente, padece. Los nombres de santos
inducen cualidades, pero también transmiten martirios. Algunas María
pueden verse asediadas por el deseo de engendrar a un niño perfecto.
Algunos José pueden tener dificultad para satisfacer a una mujer.
A
santa Valeria le cortaron la cabeza: las mujeres que reciben este
nombre pueden tender a la locura. Ciertas Mercedes, nombre que desciende
del latín merces (salario, pago), pueden ser tentadas por el comercio,
ejercido con honradez.
Los nombres, en el inconsciente, funcionan como mantras (versos tomados de las obras védicas y usados como encantos).
Estas
palabras, por su repetición constante, originan vibraciones que
producen determinados efectos ocultos. Los brahmanes creen que cada
sonido en el mundo físico despierta un sonido correspondiente en los
reinos invisibles e incita a la acción de una fuerza u otra. Según
ellos, el sonido de una palabra es un eficaz agente mágico y la
principal llave para establecer la comunicación con las entidades
inmortales. Para la persona que desde que nace hasta que muere repite y
escucha repetir su nombre, éste funciona como un mantra. Pero un sonido
repetido puede ser benéfico o dañino. En la mayoría de los casos el
nombre consolida una individualidad limitada. El ego afirma «Soy así y
no de otra manera», perdiendo fluidez, anquilosándose.
Los
grandes adeptos de la Magia, como Éliphas Lévi, Aleister Crowley o
Henri Corneille-Agrippa, afirmaron que el ser humano tenía dos cuerpos,
uno físico y otro de luz (también llamado cuerpo energético o alma) el
que, por ser sagrado, no podía tener un nombre personal. El nombre que
se pronuncia, unido como una sanguijuela al cuerpo físico, sólo
manifiesta la individualidad ilusoria de la persona. El cuerpo de luz
forma parte del impronunciable nombre de Dios. El propósito de estos
magos era desarrollar o recordar el cuerpo de luz, integrándolo en la
conciencia cotidiana. Si se alcanza un equilibrio funcional del cuerpo
de luz con el cuerpo físico, el ego egoísta queda eliminado. La toma de
conciencia del ser esencial abre la puerta de la libertad al dejar de
estar encadenado a su nombre de pila, si éste se vive de forma dolorosa.
Es
posible que el lector se sorprenda al observar que este recetario no
está ordenado alfabética o temáticamente, presentándose los consejos en
un aparente desorden. Esto se debe a que he intentado crear un libro
que, aparte de responder a consultas sobre temas precisos, pueda leerse
seguido, de comienzo a fin, como si fuera una novela o un tratado. Cada
vez que en mi larga actividad como tarólogo analicé los problemas de un
consultante, por muy actuales que fueran, siempre terminé descubriendo
que las raíces de su mal se encontraban en el terreno familiar.
La
infancia influye en la vida entera: el trío madre-padre-hijo/hija, si
no es equilibrado, creará en el individuo un destino sembrado de
múltiples fracasos, depresiones y enfermedades.
Es
por esto por lo que las primeras recetas o consejos iniciarán al lector
en los aspectos básicos de su árbol genealógico, luego lo pasearán por
toda una gama de problemas psicológicos, sexuales, emocionales y
materiales, para terminar con la descripción de un masaje de nacimiento
(ceremonia que intenta dar la información de cuál es la familia
equilibrada en la que todo ser humano tiene derecho a nacer).
Toda enfermedad es acompañada por un sufrimiento espiritual.
Estos
consejos no pretenden en ningún caso sustituir a los tratamientos
médicos, sólo proponen soluciones para el desamparo psicológico que
ninguna píldora ni intervención quirúrgica pueden calmar.