Este lenguaje simbólico que ha perdurado hasta nuestros días no pretende ser filtrado por la razón, sino que se comunica con la parte más profunda de nosotros mismos, uno a uno y como especie, esto es, el inconsciente.
Aunque en psicología el inconsciente fue postulado por Freud, éste pretendía comunicarse con él mediante la palabra, llevando de esta forma este mundo simbólico a la conciencia dando lugar al conocido psicoanálisis.
Pero la razón no puede abarcar un universo metafórico, la razón analiza y este idioma que se habla en los sueños pertenece a otro ámbito en donde la comprensión es absoluta y no por partes. Fue Jung quien se inició en la aventura de sumergirse de lleno en su inconsciente, descubriendo el siguiente gran paso en su estudio: hay imágenes que compartimos y que componen el inconsciente colectivo.
Las mitologías o las religiones recogen colecciones de símbolos, de arquetipos, de iconos que comparten un mismo universo de significado, una unidad de sentido.
El juego entre el consciente y el inconsciente es el juego entre individualidad y colectividad, entre lo concreto y lo abstracto, entre la parte y el todo. Somos el compendio de estos dos ámbitos, somos el juego entre materia y divinidad. Es ahí donde se encuentra el ser humano y eso es lo que el arte místico de toda la historia ha tratado de representar.
Este intrincado compendio se muestra en el propio cuerpo y de manera muy clara en el cerebro, siendo la parte izquierda (que corresponde a la derecha del cuerpo) la encargada de las funciones analíticas, y la derecha (parte izquierda del cuerpo) la que se encarga de la creatividad y del sentido de unidad en el individuo.
Un gran ejemplo de texto sagrado en imágenes es el Tarot. Alejandro Jodorowsky y Philippe Camoin llevaron a cabo una investigación hasta encontrar el ejemplar más original al que pudieron llegar, al Tarot de Marsella de más o menos el año 1400. No se sabe bien si es el primero, dado que no se encuentran ejemplares anteriores. Se cree que surgió de la comunicación entre los más sabios de las tres religiones monoteístas que convivían en la zona.
Se puede decir que este texto arquetípico concentra el inconsciente de la cultura occidental. Mediante la lectura del Tarot, podemos iniciarnos en el viaje iniciático que propone, como texto sagrado que es, y puede ayudarnos a comprender la situación en la que nos encontramos y la raíz de dicha situación, sirviendo como una fabulosa herramienta de diagnóstico.
Jodorowsky, a partir de su experiencia leyendo el Tarot, puso el acento en el inconsciente familiar, intermedio entre el social y el personal, al darse cuenta de que la mayor parte de los problemas de sus consultantes tenían raíz en su árbol genealógico. Como sistema que es, su mecanismo de supervivencia es la repetición y si no nos hacemos conscientes de este deslizamiento sobre nosotros mismos podemos vernos repitiendo patrones que pueden resultar nefastos, tales como enfermedades o situaciones que nos mantienen en un estado de angustia o infelicidad.
“La mayor felicidad es ser lo que uno es y no lo que los demás quieren que seas” dice Alejandro. El inconsciente traumado enferma, y ésa es la señal que debemos escuchar para entender que nuestro trabajo es empezar a ser lo que somos.
Llamo sanar más que a curar una enfermedad al acercamiento a una vida más plena.
El lenguaje arquetípico nos habla. El siguiente paso es entender de qué manera podemos hablar nosotros a nuestro inconsciente, para acercarnos a la plenitud, a la salud, escapando de la cárcel mental que supone el encierro en eso que llamamos identidad.
Ante un problema, la mente analiza, se retuerce para encontrar soluciones que muchas veces traduce en huídas, excusas, quejas, agresividad… quedando nuestra creatividad al servicio del miedo que sufre la mente.
Una forma de esquivar el blablablá mental es el uso del cuerpo. Es fundamental conocer los ritos que componen nuestra cultura, ya que se encuentran inscritos en el inconsciente colectivo. La clave está en introducir nuevos datos, nueva información que facilite el proceso de llegar a nuestro ser esencial.
En esto se basa la Psicomagia, en hablarle directamente al inconsciente, en su propio lenguaje: la metáfora. Mientras el psicoanálisis pretende sacar a la luz lo oculto mediante la palabra, en el acto psicomágico se traslada el mundo simbólico a la realidad material.
Con este método de teatralización la nueva información penetra directamente en el inconsciente a través del cuerpo, creando un cortocircuito en los sistemas arraigados de repetición de patrones previamente establecidos.
Es posible transformar nuestras vidas. Para ello, es muy útil descubrir los patrones ocultos que se muestran en nuestros fracasos, pero más útil resulta empezar a actuar como si ya fuéramos eso que deseamos ser. Porque, en el fondo, es lo que siempre hemos sido. Sólo que aún no nos hemos dado cuenta.
“No se graban tanto mil palabras como un solo hecho”.
Henrik Johan Ibsen.
Por Sheila Ruiz Martín, en: http://www.libreriafloralia.es/021be298750283804/021be29a4711c2b15/021be29e470b6a705/021be29e8114eaa0f.html