martes, 17 de diciembre de 2013

OSHO: EL COMER Y EL AMOR POR UNO MISMO


 

Pregunta:
 

“Desde que terminé con mi pareja he estado comiendo mucho y he engordado. ¿Cómo puedo recuperar el equilibrio y comer menos?”.

Osho: Cuando no permites que la energía sexual se mueva adecuadamente, ésta se empieza a obsesionar por la comida. La comida y el sexo son polos opuestos; se equilibran uno a otro. Si hay mucho sexo, tu interés por la comida desaparece. Si reprimes tu sexualidad, tu interés por la comida llega a ser casi una obsesión.

Por lo tanto, no puedes hacer nada directamente respecto a la comida, y si lo intentas, no dejarás de tener problemas. Durante unos días podrás imponer tu voluntad, pero entonces aparecerá de nuevo el conflicto y aparecerá con mucha más fuerza. La clave está en trabajar en tu energía sexual.

El problema surge porque en el niño las primeras experiencias de comida y amor están profundamente asociadas. La comida y el amor le llegan del pecho de la madre. Cuando el niño recibe amor no se preocupa por la leche; la madre tiene que convencerlo de que coma. Si el niño no está recibiendo amor, entonces no deja el pecho, porque teme el futuro. Tiene que beber toda la que pueda porque no está seguro de que la madre le vaya a dar más. Si el niño recibe amor, está seguro; no molesta. Siempre que lo necesite la madre le dará más; puede confiar en su amor. Pero si la madre no ofrece suficiente cariño, el niño no puede confiar; entonces tiene que beber toda la que pueda. Se alimenta en exceso. En consecuencia, si el niño no recibe suficiente amor se interesa más por la comida. Si lo recibe, no se interesará tanto por ella, sólo el interés natural; lo que su cuerpo necesite.

Si por alguna razón has estado obstruyendo tu energía amorosa, la energía atascada se transformará en interés por la comida. Si quieres cambiarla, tendrás que moverte un poco más hacia el terreno amoroso. Deberás amar más. Por ejemplo a tu propio cuerpo; empieza desde ahí; disfruta de tu cuerpo. Es un hermoso instrumento, una gran ofrenda. Baila, canta, toca y siente tu propio cuerpo. El problema consiste en que si no amas a tu propio cuerpo, no permitirás que lo ame nadie más. De hecho, la persona que intente sentir amor hacia ti parecerá ridícula, tonta.

Como tú no puedes amar a tu cuerpo, ¿qué es lo que ve esa persona en ti? ¡Tú no ves nada! Hasta que no empieces a apreciar la belleza de tu cuerpo, no serás capaz de aceptar el amor de otra persona. La idea misma de que tal persona pueda estar interesada en ti demuestra cuán tonta es y nada más.

Ama, pues, a tu cuerpo. Si se presentan oportunidades para expresar amor, dar un abrazo, entrelazar las manos con alguien, no las deseches. Te sorprenderás: según te vayas adentrando en el amor, el problema de la comida se solucionará automáticamente.

Estar enamorado es una gran experiencia y comer compulsivamente es de las más penosas. No es que la comida no sea una cosa espléndida, pero lo es sólo cuando se ingiere en cantidades que pueden absorberse. Tomada con exageración puede resultar nauseabunda.

Esto es lo bonito que tiene el amor: que nunca es demasiado.

Nadie puede amar hasta hartarse; no hay tope. Cuando comes, te metes la comida dentro; cuando amas, compartes, das. Es un fenómeno reconfortante. Cuanto más das, más energía empieza a fluir. Te conviertes en un río, ya no eres agua estancada.

Es precisamente lo que has hecho: has convertido tu energía en un charco estancado. ¡Rompe los muros! Te estás perdiendo innecesariamente algo hermoso, lo cual sólo el amor y nada más que el amor puede ofrecer; en su lugar, estás sufriendo con el problema de la comida.